Una historia de intriga y revelaciones en la Patagonia: "Lo que nunca se creyó" de Miguel Angel Contissa

En un pintoresco rincón del lago Nahuel Huapi, Adolfo Marchesi, siguiendo la rutina que le recetó el médico, pedalea en su bicicleta fija disfrutando de una vista espectacular. Sin embargo, lo que parecía un día común, se transforma en el principio de una serie de descubrimientos impactantes. Todo empieza cuando su nieto Gaspar encuentra una foto vieja, desatando una historia que nos lleva a explorar secretos del pasado de Adolfo y una trama de espionaje y conspiración que parece de película.

Adolfo y Gaspar proponen un viaje por el tiempo y la memoria, donde se mezclan historias de amor, traición y resistencia en un relato apasionante. "Lo que Nunca se Creyó" nos invita a reflexionar sobre el presente y el futuro, mientras nos sumergimos en la belleza y los misterios de la Patagonia.

Una historia fascinante escrita por Miguel Angel Contissa. Prepará el mate y disfrutá de una lectura que te va a mantener enganchado hasta el final.

 

"Lo que nunca se creyó" de Miguel Angel Contissa

Por prescripción médica, Adolfo Marchesi pedaleaba en su bicicleta fija que tenía instalada en el ático de su casa junto a lago. Para distraerse durante el ejercicio, la había ubicado junto a la ventana que daba al norte. Desde allí, tenía una vista panorámica de la playa sur del lago Nahuel Huapi.  Eso le facilitó ver aquel día que, el paso de la patrulla que navegaba por la costa en sentido Este-Oeste, lo hacía con cuatro minutos de retraso. La embarcación pertenecía al Servicio de Guardacostas del Gobierno Central que vigilaba celosamente con su tripulación robotizada de última generación, toda la zona costera de la ciudad, tan militarizada como el resto de la región. Unos minutos antes, pudo comprobar que por el acceso turístico costero, pero en sentido contrario, lo hicieron dos amenazantes tanquetas anfibias que avanzaban apoyadas desde el aire por tres drones hexacópteros.

Su nieto Gaspar, un adolescente de diecisiete años, solía alentarlo mientras lo acompañaba en esa rutina de mejoramiento físico, revolviendo libros y diarios viejos que Adolfo guardaba como recuerdo en su biblioteca, bastante desordenada por cierto. Ese día, la curiosidad del joven hizo que encontrara entre viejas publicaciones, una fotografía en la que pudo identificar a su abuelo acompañado por otra persona.

-Nonno, mirá lo que encontré!…

-Éste sos vos cuando eras joven, pero ¿este otro señor, quién es?

Adolfo no lo escuchaba. Su bicicleta parecía tener alas, lo que permitía acompañar el vuelo de aquellas gaviotas que veía desde la ventana. Sólo la insistencia de Gaspí lo trajo de nuevo al ático. Obligado, detuvo su ejercicio y extendió la mano para saber de qué se trataba. Le pidió que le alcanzara los anteojos que estaban sobre el escritorio. Al colocárselos y ver esa fotografía, enmudeció y clavó fijamente la mirada en la ventana. Segundos después le responde:

-Ese señor era Luis, “el polaco”, un amigo que tuve y que murió hace tiempo-, dijo acongojado.

-¿Qué le pasó nonno?… Aquí están abrazados, ¿eran muy amigos?…

Adolfo asintió con la cabeza y, luego de bajar de la bicicleta, buscó una silla para sentarse.

-Nietito mío, dejame que recupere el aire y luego te voy a contar una historia que tiene más de veinticinco años. Necesitás conocerla, pues ya estás en edad de entender por qué razón el gobierno que hoy tenemos, persigue y castiga con crueldad a aquellos patagónicos acusados de “acciones terroristas o subversivas”.

Adolfo bajó la vista, como tratando de concentrarse y encontrar algún preámbulo a su historia. Se convenció en ese momento que debía revisar para su nieto lo que tanto le dolía y que reapareció de modo casual en esas pequeñas manos, reavivándole ese sentimiento de culpa por no haber hecho algo, por no actuar cuando podía.

-Bien, te contaré esta historia con la mayor cantidad de detalles que todavía me quedan en la memoria.  Todo comenzó un viernes… Recuerdo que aún no había caído el sol en la ciudad cuando aquel viernes de febrero del 2008 Luis ya había ocupado su lugar en la barra de La Barraca, nuestra cervecería preferida. Esa noche se presentaba una banda de rock local. Yo llegué unos minutos más tarde.  Ambos éramos compañeros de oficina en la empresa INTECAP en la que trabajábamos desde hacía más de diez años. Sin que lo imagináramos, nuestras vidas de solteros, estaban a punto de entrar en un cono arcano y peligroso.

Recuerdo que entré a la cervecería luego de que Luis pidiese el segundo chopp. Mientras tanto, en la pantalla ubicada sobre el escenario, se proyectaba un concierto de Bob Dylan de los años 90′ en el que cantaba “Blowin in the Wind”.  De inmediato sospeché que ese día los astros se habían alineado para brindarnos una noche fenomenal. Sin consultarme y fiel a su estilo, el “polaco” ordenó a la moza: “sírvale a mi amigo un buen chopp acompañado con muchos maníes”. Te imaginás, me hizo sentir importante. Mientras tanto y lentamente, el local se colmaba de público. De pronto, los músicos decidieron hacerse escuchar apareciendo en el aire sigilosamente, como sin querer molestar ni interrumpir la charla que se daba en cada mesa. Sus ayudantes desplegaron algunos cables, acomodaron micrófonos. El baterista tomó asiento y probó hacer sonar suavemente los platillos mientras el del bajo trataba de afinar su instrumento. Todo iba entrando en clima de modo delicadamente sutil. Los parroquianos, por su lado, también comenzaron a hacer silencio en señal de atención y disposición. Con Luis intercambiábamos opiniones sobre el partido de fútbol de las diecinueve horas que cada cual había visto por televisión en su departamento, cuando de pronto y en una absoluta coincidencia con el primer acorde de la banda de rock, Luis vió atravesar el umbral de la cervecería a una morocha bellísima, espectacular. Tal fue la sorpresa que, enmudecido y para alertarme -porque yo estaba atento a lo que sucedía en el escenario-, sin quitar la mirada de la entrada sólo atinó a pegarme con su antebrazo. Reaccioné luego del segundo golpe para preguntarle: -¿pero qué te pasa viejo, no ves que esto ya comenzó?-.

-Sí, sí… ya escuché… pero ¡fijate en la puerta!!!… Prestá un segundo de atención a esa mina!, …¡nunca conocí algo igual!…

-Tenés razón-, le contesté. ¿A ver… fijate si viene acompañada?… ¡Ay, por Dios!!..  ¡se viene con una amiguita!…

-Exacto, afirmó serio y confiado Luis. Me parece que hoy es nuestro día!!!… Esperá un poco y cuidá este lugar. Voy a invitarlas a ocupar este sitio, pues como ves, no hay dónde meterse –, me gritaba mientras evitaba tropezarse con las sillas y mesas que se interponían en el camino. A medida que se acercaba, Luis notaba que la belleza de aquella morocha iba en aumento, por lo que su corazón latía también más acelerado. Finalmente, con su cerveza en la mano y mirando fijamente aquellos tremendos ojos color almendra, con mucha delicadeza le ofrece la copa mientras le dice: -Desde aquí no tendrás buena vista. Te propongo que ocupes el lugar que yo tenía junto a mi amigo, ¿te parece bien?…

-Sara… Sara Peres-, respondió ella mientras extendía su mano derecha y dando por aceptado el convite.

-Luis Karlinsky… me dicen “el polaco”, muchísimo gusto. Veo que están juntas, ¿cómo se llama tu amiga?…

-Ella es Betty, respondió Sara para luego presentarle a Luis.

-Bueno, síganme hasta la barra que allí estarán más cómodas –dijo mientras giraba y caminaba esquivando al público que ya había comenzado a acompañar a los músicos.

-Hola chicas!… dije con voz lo suficientemente alta como para ser escuchado en medio de la música. Soy Adolfo, mucho gusto.-

-Hola, respondieron las dos casi al unísono. Muchas gracias por la atención, dijo Betty mientras me miraba fijamente. Estamos sorprendidas ante tanta buena atención, agregó. Al escucharla, percibí un cierto acento foráneo que no supe identificar fácilmente. En realidad no tenía tanta experiencia en tratar con extranjeros o en establecer rápidamente el origen regional de las voces, por lo que decidí esperar a que se desarrollase un poco más la conversación como para luego despejar esa inquietud. Resolví pedir dos cervezas para las chicas que aceptaron inmediatamente. Por su lado Luis, satisfecho por cómo venía la noche, disfrutaba las canciones que la banda interpretaba.

Luego de casi cuarenta y cinco minutos de intensa música, y con la intención de avanzar en la relación con Sara, Luis propuso cambiar de ambiente por otro más distendido.

-Chicas, -dijo mientras bebió el último sorbo de cerveza que le quedaba –, ¿qué les parece si nos mudamos todos a un café que está cerca del Centro Cívico? Allí pasan una música “re genial” y podríamos hablar más tranquilos y sin tanto bochinche.

-Okey, contestó Sara, estamos listas. ¿Ustedes nos llevan?.

-Por supuesto, dije con aire de suficiencia mientras sostenía la llave de mi coche. Aquí, a escasos cuarenta y cinco metros, está mi antiguo Renault 4, es decir, “la nave” que las conducirá hasta ese sitio. No tienen más que dirigirse hasta ella. Eso sí, -agregué sonriendo, mientras repetía por enésima vez mi chiste tan trillado como estúpido-, tiene que ser rápido antes que lleguen las doce de la noche, ya que a partir de ese momento, se convierte en un zapallo obligándonos a caminar.

No había mucha gente en Wilkeny, lo que satisfizo especialmente a Luis, pues no quería interferencias entre él y aquella morocha de abundantes cabellos negros y rizados. Al igual que yo, después me confesó que también había percibido que la pronunciación del castellano dejaba entrever cierta influencia de otro idioma, atribuyendo esa característica a la posibilidad de que sea hija de extranjeros, de esos que hablan su idioma diariamente. Y tenía sentido su hipótesis, porque eso suele suceder con esas familias que llegaron a la Argentina desde Europa y mantienen su tradición de modo estricto, en especial el idioma. No obstante, se había propuesto esperar el momento oportuno para develar la incógnita que, por otro lado, mucho no le preocupaba. Era sólo curiosidad.

Estuvimos un buen rato en ese boliche. Conversamos, bebimos y luego bailamos. Como podés suponer mi querido Gaspí, luego nos retiramos en busca de mayor intimidad. Luis y Sara fueron los primeros en salir. Con Betty estuvimos un poco más, hasta que decidimos encaminarnos hacia Belgrano al 500 que era donde tenía mi departamento. Durante el trayecto, me preguntaba por qué aún no había conseguido animarme a despejar la duda referida al acento extranjero de Betty. Pensé que tal vez, en la intimidad del departamento encontraría la excusa justa y me tranquilicé.

– II –

El escritorio de Luis en su oficina del tercer piso desde la que se podía ver todo el lago, estaba tapado de órdenes de pago agrupadas en paquetes mediante un clip. Cada uno contenía la documentación que respaldaba la obligación de abonar el material comprado conforme a los distintos contratos de suministro. Los proveedores eran diversos tanto por el país de origen como por los productos que surtían las necesidades de INTECAP que, como sociedad del Estado, se dedicada a la investigación científica y su aplicación en ambiciosos proyectos que iban desde la construcción de equipamiento para la industria satelital, hasta la más delicada y controvertida en el mundo de los “ambientalistas” como era la construcción de reactores nucleares para centrales de producción eléctrica. Esta última gozaba de prestigio en países del mundo árabe que solían contratar los servicios de sus técnicos y profesionales para el desarrollo de aquella tecnología en sus países. Por ello, algunos centros de influencia política internacional consideraban “de riesgo” lo desarrollado por la empresa, especialmente dentro del marco de crispación que presentaba el mundo por esos días en los que todos creían ver terroristas árabes sembrando bombas con intenciones de acabar con el mundo occidental. Esto obligaba al Directorio a extremar las medidas de seguridad tanto interna como externa a fin de no ser presa de las presiones de los distintos grupos de poder político y económico que deseaban frenar la actividad de INTECAP. En ese ambiente de recelo, flotaba en el aire la permanente sospecha de conspiración, por lo que los diferentes jefes de sección desarrollaban sus actividades administrativas junto al resto de los empleados sintiendo que “alguien” los observaba, y esto tensionaba demasiado a Luis, para quien todo ese despliegue de seguridad puertas adentro de la empresa le resultaba extremadamente exagerado, por lo tanto, inútil.

Ese lunes hice un paréntesis en mi rutina laboral y, tanto como para estirar un poco las piernas, fui en busca de Luis. Golpeé la puerta del despacho y entré sin más trámite.

-Buen día compañero, le dije mientras la cerraba. ¿Cómo fue todo el otro día con Sara?. Debo felicitarte por lo bonita que es. ¡Me imagino que también es muy inteligente! Yo puedo decirte que con Betty la pasé de lo mejor, pero hay algo que me preocupa y vos sabés lo antipático que soy en esas cosas de las nacionalidades. Decime “polaco”, ¿no serán moishes estas dos, no?… porque dicen que hay que tener un cuidado bárbaro. A una rusita de estas le das una birome y te hace una bomba en cinco minutos!!…

Luis escuchaba atento sin responderme, por lo que continué con mucho entusiasmo mi relato sobre lo vivido aquel día con esa pelirroja efervescente. Por un momento, pareció que bloqueaba sus oídos mientras perdía su mirada a través de la ventana que daba al lago. Efectivamente, mientras que con el rabillo del ojo alcanzaba a verme gesticular al narrar aquella noche de fiesta, él intentaba determinar si era real lo vivido con Sara aquella noche en La Barraca. Estaba ciertamente dubitativo, sin saber cómo abordar el asunto. Sospechaba que si lo comentaba con alguien y eso trascendía, podían considerarlo demasiado estresado, lo que podía ser motivo para que lo desplacen de su cargo, y la cosa no estaba para andar perdiendo empleos. El temor lo paralizaba, pero mayor era la angustia, por lo que decidió interrumpir mi fervoroso relato y plantearme un encuentro a la hora de salida en algún café del centro.

-Mirá Adolfo, me dijo. Tengo demasiado laburo y debo sacar algunas órdenes de pago importantes de modo urgente. Te propongo juntarnos a las siete de la tarde en Copos, ¿te parece bien?.

-Mejor mañana, respondí. A esa hora hoy tengo clases de italiano y después había quedado en encontrarme con Betty a las nueve de la noche para ir a cenar. ¿Vos no vas a ver a la morocha?

-Está bien. Que sea mañana a las 19 horas en Copos -dijo Luis.

– III –

Había lloviznado toda la tarde de aquel día sobre Bariloche y nada hacía suponer que cambiaría durante el resto del día. Luis apuró el paso para no mojarse y se subió al coche que estaba en la enorme playa de estacionamiento de la empresa. Dejaba atrás una nueva jornada de tensión y se disponía a encontrarse conmigo en el viejo café de la ciudad.  Al parecer tenía mucho para decirme y su duda consistía en determinar el comienzo del relato sin que lo tome por un enajenado mental. Después me enteré que durante el trayecto se le cruzaban permanentemente imágenes de aquella noche con Sara que se mezclaban con su jefe de área, con las órdenes de pago, con los músicos de La Barraca y con mis fobias. Llegó a Copos. Por fortuna pudo estacionar a pocos metros del café. Bajó y corrió esquivando los charcos de agua de la vereda. Esos pocos metros de agitación le recordaron su siempre postergado plan de gimnasia. Al entrar al café, pasó revista a los parroquianos en mi búsqueda. Todavía yo no había llegado, por lo que decidió sentarse junto a la ventana que daba a la calle Mitre y pedir un café cortado. Mientras revolvía el azúcar seguía debatiéndose la manera en que plantearía la conversación, pues ni siquiera él estaba seguro de lo que me contaría sobre Sara. De pronto, miró hacia la puerta y me vió atravesarla mientras me sacudía las gotas de lluvia de la campera. ¿Qué te pasó que tardaste tanto?, me preguntó ansioso.

-Epa compañero!… ¿qué nos está pasando que andamos tan loquitos? – le respondí mientras terminaba de sacarme la campera para sentarme.

-Eso es lo que me pasa, estoy un poco loquito- dijo Luis con la mirada un poco extraviada. En realidad no sé si lo estoy o si me volveré loco en breve. No sé si he vivido algunas cosas o las he soñado. Y eso me trastorna al borde de la náusea, ¿entendés Adolfo?.

-Me parece que estás pasado de rosca… o de laburo… o Sara te pegó muy fuerte-, sentencié. Tal vez te falten vacaciones.

-Nada de eso Adolfo. Es cierto que tengo mucho trabajo. Es cierto que nos presionan demasiado en la empresa para evitar problemas, pero la cosa no pasa por ahí. El problema es que no puedo distinguir conscientemente la experiencia vivida con Sara. Decime Adolfo, ¿te avivaste que estas minas son israelitas?.

-¡Pero la puta madre!- dije casi gritando. ¡Ya me parecía!… ¡te lo anticipé!… esa pronunciación arrastrando la jota no podía ser de otro origen!!… y yo, como buen cagón no me animé a preguntarle en ningún momento… pero la verdad es que está tan linda que ni quería saberlo!!… además “polaquito” querido, si bien yo no simpatizo con los judíos, sabés muy bien que no tengo problemas con las judías-, ironicé como para quitarle el dramatismo que le estaba dando mi amigo a la situación.

-Y la verdad es que con Betty nos llevamos de maravilla. He pasado unos días inolvidables. A tal punto que podría decir que con ella sería capaz de casarme-, dije mientras su recuerdo se hacía agua en mi boca por las horas recientes.

-Vos sí que me hacés reír Adolfo. Hasta ayer y como buen xenófobo antisemita argentino pelotudo, esa gente te causaba arcadas. Hoy, y vaya a saber uno por cuál razón, el mundo se dio vuelta y llegarías al casamiento con la primera “rusa” que se te cruza.

-Bueno, todo puede cambiar, Luis. Y la verdad es que no es una “israelita cualquiera”, es la mejor que se me haya cruzado-, dije con tono conciliador mientras elevaba la mirada al techo. Pero, ¿cuál es tu problema “polaco”? ¿Qué te atormenta tanto?. Decís que no sabés si es real o no lo que viviste, pero ¿te parece que Sara no sea real?…

-Mirá Adolfo, con Sara me sucedió lo que posiblemente haya pasado entre vos y Betty. Estos pocos días, esos pocos momentos en que estuvimos juntos fueron maravillosos. Únicos. Como hacía muchos años no viví con otra mujer.

-Entonces dejate de joder!, interrumpí tratando de ahorrarle tiempo y desarrollo a la historia. Seguí con ella hasta donde se pueda y el tiempo dirá-, aconsejé.

Luis me miraba atentamente, como tratando de levantar el guante que le había tirado y aceptar el desafío que el destino le ponía a su alcance. Pero también reconocía que no era hombre de coraje ni de esperar el avance de los acontecimientos para montarse sobre ellos. Fue entonces que meneando la cabeza y con tono severo dijo:

-Te voy a dar detalles de los momentos que viví con Sara para que entiendas de qué carajo se trata mi angustia. Incluso para que me ayudes a determinar el rumbo a seguir, pues no me siento seguro de lo que está pasando.

-Te seguiré con atención-, dije viéndolo verdaderamente preocupado. Pero antes de que comiences permitime que pida otros dos cortados.

Luego de que el mozo volvió con el pedido, se produjo un breve silencio que le sirvió a Luis para ordenar sus ideas. Entonces fue que miró hacia los costados en busca de posibles oyentes circunstanciales, y comenzó su relato confesando cuánto había esperado un encuentro como el que tuvo con Sara; cuánto había esperado a una mujer así, habida cuenta que ya llevaba mucho tiempo de divorciado. Recordó aquel momento en La Barraca, las cervezas, las miradas, la música y luego la intimidad en su departamento.

-Bueno, hasta aquí tu historia es semejante a la mía, Luisito, y sin embargo no tengo esa cara avinagrada, le comenté aprovechando que sorbía un trago de café.

-Es cierto. Hasta aquí y según me contaste, no debería haber diferencias. Pero esperá que hay más, porque es desde aquí en adelante que me pregunto si todo lo que siguió fue real o si es fruto de algún sueño que tuve hace dos noches cuando me desperté en el departamento gritando y todo transpirado. Para peor, el insufrible de Domínguez, el Jefe de Relaciones Laborales de la empresa, me llamó por teléfono para advertirme sobre lo delicado que es el cargo que tengo, pues manejo información muy sensible, muy importante, por lo que debería ser cuidadoso con las personas que frecuento.

-Así que eso te dijo ese hijo de puta! -dije con voz baja pero lleno de furia, como masticando las palabras… ¿Por qué no se mete en sus cosas ese psicópata alcahuete? ¿Cree que somos unos pendejos boludos?

-En realidad fue la advertencia de este imbécil lo que me disparó este tormento, que no aparecería como descabellado si no hubiese…¿vivido o soñado? aquella noche -, dijo Luis mientras apretaba fuertemente una servilleta de papel.

-Bueno hermano!, dije, puesto que a esta altura ya estaba demasiado impaciente como para seguir aguantando tanto preámbulo. Vayamos al grano. Qué carajo pasó entre vos y Sara?. ¡Largá el rollo!

Luis se acomodó por enésima vez en la silla de aquel bar y mientras miraba de reojos el ir y venir de los transeúntes por la calle Mitre, recomenzó su historia.

-Aquella noche del viernes y como imaginás, no fue la única noche que pasé con Sara. Nos volvimos a encontrar el sábado y el domingo. Fuimos primero a dar un paseo porque ella estaba interesada en mis lugares comunes, esos que uno recorre diariamente y sobre los que no registramos importancia alguna por ser eso, rutinarios. Decía que quería saber todo sobre mi, que estaba tan atraída que sentía demasiada curiosidad por cada detalle de mi vida. Claro, en medio de aquella pasión que había irrumpido violenta e inesperadamente dentro mío, me pareció un gesto dulce, comedido, propio de enamorados. Fue así que anduvimos por mis circuitos, es decir, fuimos hasta la puerta del gimnasio a pesar de que lo frecuento poco; al supermercado; a la peluquería. Al fin del día cenamos en mi departamento y allí pasamos la noche. El domingo, paseamos toda la jornada. Comencé por Circuito Chico, y a la tarde fuimos a la orilla del Limay donde suelo pescar, y por último en el regreso, pasamos por la puerta de la empresa. Allí nos detuvimos sobre la banquina mientras le contaba cuáles eran mis funciones, cosa que escuchó con mucha atención. Es más, me preguntó si tenía gente a cargo. Le contesté la verdad, es decir, que me encargaba de las órdenes de pago a proveedores y que tenía dos empleados a mi disposición. Luego se interesó por saber si los proveedores eran nacionales o internacionales, y hasta me pidió el nombre de ellos. Por supuesto, le nombré algunos de los más comunes sin darle mayor importancia a su curiosidad.

-Ay!… todo lo que puede el amor!… si te escucha Domínguez-, interrumpí.

-Sí, lo sé, me raja de la empresa con una patada en el culo !… Sigo: luego fuimos a cenar a la “Fonda del Tío” para terminar en mi casa con un par de botellas de vino que tenía guardadas desde la navidad pasada. Y mientras escuchábamos música y bailábamos, nos bajamos la primera botella. La segunda se descorchó mientras ella se quitaba la ropa y simulaba estar en un escenario de algún club nocturno en Las Vegas. Cuando quise reaccionar, estábamos los dos muy borrachos. En realidad, yo más que ella, que hablaba casi sin dificultad no obstante haber tomado tanto como yo. Es más, con el transcurso de los minutos y en medio de la música y el vino, me daba la sensación de que endurecía su lenguaje, como que lo aceraba para transformarse en una persona más fría y distante. Desde luego, y a pesar de mi curda, achaqué ese cambio a una supuesta “saudades” como dicen las brasileñas por extrañar su país, a sus amigos, sus parientes. Preocupado le pregunté: -¿qué te pasa que estás tan dura, tan seca? ¿extrañás mucho?. Sin responderme, se acercó suavemente y así, prácticamente desnuda se colgó de mi cuello y, porque mis piernas no respondieron, rodamos por el piso en medio de carcajadas. Así estuvimos un rato largo. No sé cuantos minutos, hasta que de pronto percibí que ella lloraba. No se me ocurrió otra cosa para consolarla que servirle en la copa el resto de vino que quedaba. Tomá -le dije- terminemos con este poquito que nos queda que mañana será otro día. Así es, -dijo mientras bebió un buen sorbo para luego pasarme la copa con el resto. La tomé y mientras bebía mi parte, rompió en llanto y dijo: -Es así mi querido Luis. Falta poco trecho y “mañana será otro día”; y a partir de ese momento espero continuar teniéndote a mi lado, igual que ahora, eso es lo que más deseo-. Parecía desconsolada. Su cabello algo enmarañado le cubría la cara que miraba hacia el piso. Traté de abrazarla y llevarla, como podía, hacia el sillón para que estuviese más cómoda. La recosté y me ubiqué a su lado. Apenas si entrábamos los dos. Apoyé su cabeza sobre mi hombro y así quedamos algunos minutos. El vino me cerraba los ojos y todo se movía a mi derredor, como si estuviese en un bote de goma navegando por el Limay.  De pronto comenzó a hablarme suavemente al oído. Traté de hacerla callar con un beso tierno en la frente, pero insistió. Dejame, -dijo mientras me abrazaba. Nos conocimos hace apenas dos días, pero parece que hubiese estado toda la vida con vos; que te hubiese amado toda la vida. No sé lo que me pasa, pero estoy entre dos fuegos y debo confesarte algo. La primera cosa, es que soy ciudadana israelí…

Como te imaginás mi querido Adolfo, en el estado de ebriedad en que yo estaba, sus palabras iban y venían; por momentos las escuchaba y por otros no. Entonces presté atención a esto último.

-Ah bueno!… sos “rusa”… ¿y a qué se debe tu correcto castellano?-

-Mis padres eran argentinos. Tenían un comercio mayorista en la calle Pasteur del Once, pero decidieron alquilar el local e ir a vivir en los kibuts de Israel en el comienzo de los años setenta. Fueron muchos los que los imitaron-

-Podés hablarme con confianza-, le dije mientras apoyaba mi cabeza sobre su pecho. ¿Cuál es el problema?  No hay lugar para secretos y las rusitas como vos me vuelven loco…

-Creo que fue la última frase pronunciada con conciencia. Está claro que no puedo determinar el tiempo que dormité antes de que me despabilara con aquellas tiernas bofetadas en mis mejillas, si es que verdaderamente las recibí.

-No te duermas que es importante-, me dijo. Lo que escucharás va más allá de lo que podrías imaginar. Esto supera todo, hasta mi propia decisión cuando nos enrolamos en el Tzahal.

-¿Qué cosa?, respondí levantando un poco la cabeza .

-El Tzahal es el ejército israelí.

-¿Vos estas en el ejército israelí?, volví a preguntar mientras separaba su cabeza de mi hombro.

-Por favor, mi amor… no te pongas mal por esto -dijo acongojada. Finalmente caí en la trampa que te había preparado: terminé enamorándome locamente de vos y ahora no sé cómo resolver mi tarea.

-¿De qué hablás?, le dije con lo poco que me quedaba de lucidez. ¿Tenías alguna “tarea” en la que yo estaba involucrado?… ¿es así? pregunté haciendo un esfuerzo enorme para no dormirme vencido por el vino. Entonces, otros suaves golpes en mi mejilla que terminaron en dulce caricia sirvieron para despabilarme y escucharle decir: -Si. Mi tarea, como teniente del ejército israelita consistía en llegar como turista y relevar cualquier información de actividades que puedan tener relación con la industria bélica. El Mossad le había “marcado” a mi jefe a algunas personas de esta ciudad como posibles fuentes de esa información. Entre ellas, estabas vos. Acercarme no fue difícil…

-¿Es cierto lo que me decís?… ¡No puede ser… me estás jodiendo porque sabés que estoy en pedo!

-Ojalá sea así mi amor!… pero es verdad y no puedo manejarlo!

-Así que la señorita es espía! -le dije con indignación. ¡ES – PI – A!!!… ¡Pero la puta madre!…¡Y estuviste estos días tratando de saber no sé qué cosa sobre mí!…, ¿pero no te das cuenta que después de todo yo soy un perejil?…

-Si el Mossad tiene tus datos con fotografías incluidas no debe ser porque seas un cualquiera, me respondió. Te doy un consejo: no uses el correo electrónico, ni facebook y cambiá de celular. Que otra persona compre uno a su nombre y te lo preste. Cambiá de dirección, alquilá otro departamento…

-Pero, ¿cuál es el “plan” del que hablás?

-No conozco los detalles, nosotros somos soldados, no estrategas. Solo te puedo decir que nos formaron cívica y militarmente pensando en el destino manifiesto de Israel y su inexorable ejecución con el transcurso del tiempo. Necesitamos espacio vital, mi amor. La superficie que tenemos no alcanza para nuestro proyecto. Hoy estamos en la fase final. ¿Acaso no viste en los últimos años decenas de miles de jóvenes “turistas” israelíes que recorrían la patagonia en camionetas y que entraban por Chile y salían por Argentina o viceversa?. Eran y son soldados compatriotas a los que se los envía para “pasar revista” del terreno e instruirlos pormenorizadamente sobre el mismo. Muchos volvieron, pero alrededor de seis mil quedaron y los tenemos secretamente instalados en algún lugar de este extenso territorio que incluye a Argentina y Chile. Serán nuestra fuerza de choque que ya hizo cabecera de playa y está dispuesta a actuar militarmente. Mi jefe dice que desde el Pentágono le aseguran que son suficientes como para controlar toda esta región. Por supuesto, como ustedes son muy confiados y “hospitalarios”, todavía ni se enteraron y mucho menos les despertamos sospechas. ¿Sabés?… en realidad creo que eso es lo que me gusta de Argentina: su candidez.  Por eso que desde que recuperaron la democracia no tienen hipótesis de conflicto, y claro, eso hace vivir mejor a su pueblo, algo así como más tranquilo, discutiendo por trivialidades. Es más, este es un plan que, si lo contás, nadie te lo va a creer porque nosotros no somos victimarios, somos víctimas, nosotros siempre terminamos siendo las víctimas-, dijo casi cínicamente.

-¿Y desde cuándo están con este asunto? le pregunté aún sin dar crédito a lo que escuchaba porque parecía de novela televisiva de cuarta categoría.

-Desde siempre. En esta ciudad, por ejemplo, dentro de la importante comunidad que se logró establecer, tenemos a varios activistas desde fines de los años setenta que nos brindan información paralela a la del Mossad, que también tiene otras “oficinas” en el Valle del río Negro, además de aquellas en cada ciudad importante de Argentina. Para el caso del Congreso Nacional que ustedes tienen –por ejemplo –, tenemos varios diputados y algunos senadores que son agentes del Mossad y que integran diferentes partidos políticos. Lo mismo sucede con el Poder Ejecutivo, donde tratamos generalmente con éxito que nuestros agentes ocupen ministerios «sensibles» como son el de Medio Ambiente y Recursos Naturales, y establezcan «acuerdos bilaterales» en beneficio del desarrollo productivo y creación de fuentes laborales. En Israel, tanto el oficialismo como la oposición están dispuestos a avanzar hasta donde sea necesario para asegurar la continuidad del plan, sobre el que no existen límites territoriales, políticos, militares ni nada que se te ocurra. Por ello se trabajó intensamente durante más de cien años, sea poniendo o sacando gobiernos de aquellos países o territorios que son los objetivos estratégicos.

-¿El nuestro, por ejemplo?, le pregunté.

-Exacto, dijo. Esta región, desde el punto de vista geopolítico y estratégico, tiene lo que más nos interesa: una geografía muy parecida a la nuestra pero con ríos infinitamente más caudalosos que el Jordán y lagos de agua dulce que parecen mares, a los cuales los administraremos y explotaremos como solo nosotros sabemos hacer. ¡Ya viste cuánto logramos con nuestra tecnología en medio de aquel desierto!. Sin olvidarme, claro, de los numerosos minerales; y si a todo ello le sumo algo de petróleo y gas, más una variadísima flora muy útil para la industria farmacéutica por sus propiedades naturales, estamos en la gloria. Por eso, cuando nos instalemos con nuestros colonos que esperan la orden para hacerlo, no hallaremos diferencias ambientales que nos obliguen a mayor esfuerzo. Imaginate amor, si incluimos a la plataforma continental con las Malvinas que entonces serán de Israel, aquí cabe por lo menos 125 veces nuestro amado país!

-¿Instalemos?… pero ¿qué carajo pretenden?

-Como te dije al comienzo: falta poco para que comience un nuevo día y, tal como dicen los “Sabios del Sión”, “estamos en la puerta de un futuro que será definitivamente nuestro”. Para ello, en breve y cuando ordene Tel Aviv, desplegaremos nuestras tropas hoy dispersas y bien ocultas, y tomaremos militarmente todo el territorio al sur del Río Colorado, éste que ustedes llaman Patagonia. Entonces, someteremos a toda la población que no ofrecerá resistencia

-¿Cómo que no habrá resistencia?. ¡La habrá, y mucha carajo!- le dije tomándola de los brazos.

-Ninguna-, repitió con tono de suficiencia. Ninguna que no podamos controlar. Nuestros servicios nos informaron que la gente de esta región está harta como consecuencia del abandono que sienten y de las peleas internas que tienen con el gobierno nacional por una mejor distribución de la renta. Es más, como consecuencia de que sus representantes políticos los traicionan invariablemente cediendo ante el poder de Buenos Aires, siempre fantasearon con la idea de separarse del resto del país creando un principado, para lo cual, Inglaterra les daría aprobación, fundamentalmente porque tienen estancias con una superficie que sumada, supera holgadamente a la de ese estado y cuyos propietarios son ingleses. Si a todo esto le añadimos que estúpidamente desarticularon y desmantelaron a su ejército porque dejaron de tener hipótesis de conflicto como ya te dije, ¿cómo creés que se defenderán? Mi amado Luis: Una sociedad como la de los argentinos que no aprende de su pasado, difícilmente pueda planificar su futuro, lo que la convertirá en presa fácil de situaciones como las que vivirán muy pronto. Por lo tanto, y luego de prometerles mejor condición de vida y desarrollo a los patagónicos que seguramente aplaudirán entusiasmados, inmediatamente exigiremos a la ONU y a todos los estados del mundo que se nos reconozca como país libre y soberano.

-Dale Sara, lo que decís sobre el famoso “principado”, no era otra cosa que una estupidez de un borrachín de nombre Robert Kenton que fue conserje del Hotel Tres Reyes. Recuerdo que hace muchos años atrás, mientras mostraba orgulloso su documento de súbdito inglés, deambulaba con ese cuento por los bares de Bariloche-

-Nada de eso mi amor-. Ciertos relatos que parecen excéntricos o fantasiosos -éste que contás, por ejemplo y a cargo de ese señor-, no son otra cosa que versiones anticipadas, “globos de ensayo” de algún plan que sucederá finalmente y que suele filtrarse en algún tiempo previo para llegar al conocimiento de la gente que, de esa forma, va internalizando el futuro. Esa es la fórmula de cualquier profecía.

-¿Lo imaginás tan fácil?

-No habrá problemas. La ONU posiblemente dicte algún tibio rechazo o, lo más probable, mire para otro lado y, entre bambalinas, trabajará para nosotros porque nosotros propiciamos la creación de esa organización mundial en el final de la segunda guerra del siglo pasado. Este acto estará, como de costumbre, acompañado de una campaña mediática a cargo de las principales agencias de noticias del mundo, leales en el Hasbará y que argumentarán “abandono y violación de derechos humanos” en esta zona por parte del centro político nacional. Ni te cuento si hacemos explotar una bombita de baja potencia en algún Consulado israelí de la región. Eso será como “la frutilla de la torta”. Ya habrás visto cómo se operó en Irak, Egipto, Libia, Palestina, etc. La comunidad internacional lo dará por veraz y lo repetirá por todos los medios disponibles como tal.

-¿Qué es eso del Hasbará?

-Significa algo así como “esclarecimiento” sobre nuestra misión en el mundo. Lo bueno para nosotros y en paralelo al Hasbará, es que tampoco faltará algún compatriota tuyo de esta región que se ofrezca por “tres monedas” para presidir el nuevo país bajo nuestro control;  tampoco faltará aquel que desde algún cargo político en Buenos Aires apruebe convencido la necesidad de desprenderse de territorio que, según ellos, poco brinda al funcionamiento eficiente de esta extensa nación. De esos personajes a ustedes les sobran y siempre fueron nuestros mejores colaboradores. Algunos de ellos están instalados en los medios de comunicación más importantes y son muy buenos influyendo sobre la masa. Esa campaña estará dirigida especialmente a la clase media metropolitana, siempre tan permeable a estas medidas de austeridad para “aplicarle a otros”.

-¿Y dónde piensan instalarse y cómo gobernarán?, le pregunté con aire sobrador y tanto como para seguir el relato,

-Dentro de la Patagonia, en esta ciudad. En la Araucanía chilena, en Puerto Montt, tanto como para asegurarnos salidas a los dos océanos. Recordá que en Bristol, Inglaterra, tiene sede un grupo indigenista que también quiere separarse del resto de Chile por considerarse “autónomos” desde el siglo XVII. Bien, esa gente estuvo trabajando desde 1992 en todos los medios de comunicación y en el ámbito académico de Chile y Argentina para alcanzar un «estado pluriétnico e intercultural». Sea cual fuese el resultado de esa campaña, obviamente, responderán a nuestros intereses. Por lo tanto, todo será dividido igual que en Israel, es decir en seis Distritos que llevarán el mismo nombre que en la madre patria. La “casa de gobierno” estará dentro del Distrito “Nueva Jerusalén” que abarcará lo que hoy es Río Negro y Neuquén y se instalará en el fastuoso Hotel Llao Llao. Allí funcionará la sede del Gobierno Central que estará a cargo de una mujer que vendrá desde Israel y desde allí gobernaremos todo el territorio patagónico. Fue para eso que compramos ese monumento histórico en la década del 90′ cuando ustedes tenían como presidente a ese doble traidor-, me respondió Sara inmediatamente…

-¿Por qué una mujer y  no un hombre? le pregunté para resolver mi curiosidad.

-¿Acaso no te diste cuenta que existe una campaña instalada en todos los medios de occidente para terminar con el “paternalismo”? Bien, esto será un paso en ese sentido, me contestó.

A esa altura del increíble relato de Luis, mi querido nieto, yo aproveché un intersticio que me ofreció para hacer un repaso de mi relación con Betty durante esos pocos días. La duda se me clavó como un puñal y me llevó a preguntar una obviedad, aún con miedo a que mi corazón se partiera de dolor: -decime Luis, ¿Betty también está metida en este despelote? Porque al final, ¡viste que yo tenía razón! Estos tipos no son de fiar, ¿cuántas veces me lo escuchaste decir? ¡Estos tipos son peores que los nazis!, -dije casi gritando.

-Bajá la voz, dijo Luis. Bajala porque ya te dije: no sé si esto lo viví o lo soñé aquella noche. Estaba muy borracho y cuando desperté, estaba solo en el departamento.

-¿Volviste a ver a Sara desde entonces?… porque eso podría ser una señal que nos despejaría esta duda.

-No. Desapareció del mapa. Abandonó el hostel y nadie sabe nada.

-¿Y Betty?… ¿Qué hay de mi pelirroja, adorada y jugosa Betty? -pregunté ansioso.

-Dentro de aquella confesión que me hizo Sara, parece que Betty “hacía de bastón”, es decir, era una compañía ocasional, una turista de verdad, de esas que se largan solas a recorrer el mundo.

-¡Bué, menos mal!… al menos eso coincide con lo que me contó-. Dije aliviado. ¿Y cómo sigue la cosa? ¿qué más largó tu rusita?

-Dijo que estaban listos y dispuestos a todo. Incluso y si fuese necesario, si había alguna resistencia regional o nacional importante, harían volar todas las represas hidroeléctricas, puesto que las pueden reconstruir en poco tiempo. No tienen problemas con el costo que eso significa. Para eso tienen a sus amigos y compatriotas en Nueva York, Londres y otros centros financieros del mundo.

-¡Bué… eso de volar las represas también lo leí hace muchos años!… ¡No me jodas!… pero decime: ¿con qué carajo piensan “dominar”? ¿Con la gomera de David?

-El equipamiento bélico necesario tiene entrada por una estancia del Golfo San Matías que es propiedad de un súbdito inglés de origen judío y que cuenta con una pista de aterrizaje. De allí derivan todo por medio de helicópteros a los refugios establecidos aprovechando que no existe control aéreo en toda la Patagonia…

-¡Ya sé… porque no tenemos “hipótesis de conflicto”!-, acoté.

-Exactamente. Ustedes “no creen en las brujas”-, me dijo irónicamente Sara…

-Decime Luis, ¿te dijo Sara dónde están ubicados?-…

No. Me contestó a una pregunta similar que no lo sabía ni le corresponde saberlo. No obstante, se había enterado que trajeron armas de todo tipo y tamaño, como también equipamiento de comunicación satelital ultra moderno recibido del Pentágono. También dijo que contaban con la posibilidad de utilizar la última novedad en armas climáticas de uso selectivo: el HAARP en su último desarrollo.

Fue entonces que le repetí que me dejara de joder y que no me siga tomando por boludo, porque el HAARP es un programa de investigación de los EEUU cuyas instalaciones están en Alaska.

-Así es, le respondió ella. HAARP es, como bien decís el nombre del programa, aunque se utiliza esta sigla al hablar de su uso como arma. La controla el Pentágono, pero desde luego lo estamos financiando nosotros desde el comienzo del proyecto y los norteamericanos están obligados por contrato a prestarnos servicios cuando lo solicitamos. Bien sabés, -dijo Sara-, que su utilización puede modificar el clima orientando masas de aire para fomentar vientos, huracanes, lluvias o provocar sequías en cualquier lugar del planeta. Desde luego que ésta, como toda herramienta de este nivel científico tecnológico, puede servir para reconvertir zonas áridas en fértiles a través de lluvias moderadas, o arrasarlas con grandes tormentas. Uno elige, me dijo con un tono renovadamente cínico. Será nuestra herramienta “estrella” en esta campaña patagónica. En todo caso y para no despertar demasiadas sospechas, las noticias en todo el mundo darán cuenta de las “consecuencias del cambio climático” y de lo poco que se está haciendo para combatirlo.

-Decime Luis, ¿le preguntaste si alguna vez lo probaron?, porque yo también escuché hablar de eso, y la verdad es que me parece un bolazo terrible-, le dije intrigado.

-Sí. Ella dijo que los norteamericanos ensayan permanentemente en diferentes zonas del planeta. Se la tienen jurada a Venezuela y Colombia. Entre los lugares que nombró, recuerdo que me llamó la atención lo del huracán Katrina en Estados Unidos, porque era su propio territorio, pero bueno, ellos saben lo que hacen, no?…y si no, fijate qué cosa fueron capaces de hacer con “las torres gemelas”. Pero volviendo al HAARP le escuché decir que un tiempo antes del Katrina, probaron con nosotros haciendo crecer el río Paraná como consecuencia de las lluvias que provocaron en las nacientes de sus afluentes y que terminaron en aquella inmensa crecida que puso en riesgo a la ciudad de Paraná.

Parece que después, y como Sara había hecho mención al Pentágono, Luis le preguntó si esos turros accederían sin objeciones a tamaña “misión”.

-¡Pero mi amor, -dijo Sara-, el Pentágono somos nosotros, porque nosotros somos el poder!. ¿Viste alguna vez que se opusieran a alguna de nuestras determinaciones? Sin ir muy lejos, ¿cuál fue la posición del Consejo de Seguridad de la ONU cuando intervenimos militarmente en cada oportunidad en Medio Oriente?… Bien. Este territorio, que es nuestro objetivo, vale mucho y en mi país están con la firme intención de avanzar porque llegó la hora de apropiarse de todos los recursos naturales, toda esta masa de agua y minerales dispersa en millones de hectáreas patagónicas. Será un negocio redondo, porque además del control ya alcanzado en Medio Oriente en los pozos petroleros y del aplastamiento palestino; de haber doblegado las fuerzas árabes enemigas como Libia, Siria, Egipto; de controlar a Irak e Irán a través de nuestros agentes, sólo faltaba apropiarse de mayor superficie habitable con diversos recursos como los aquí existentes, y porque además y esto es lo central, en Tel Aviv saben bien que con el manejo del dinero no alcanza para ejercer la hegemonía mundial y concretar el “destino manifiesto”.

-¡Pero esto se parece a una mezcla de nazismo con el proceso colonizador de los países europeos de hace no sé cuántos años! –  le dijo Luis indignado.

-Sí. Solo que ahora, en lugar de nuevos mercados y acceso a materias primas baratas, está en juego el dominio del agua y algunos minerales-, replicó ella. Quien los tenga, impera. En ese sentido Tel Aviv y sus socios quieren anticiparse algunos años a China y la India-, afirmó con frialdad.

-Entonces, si Israel tiene socios para la operación, quiere decir que esto no será exclusivo-, afirmó Luis entrecerrando sus ojos como el mejor de los detectives.

-Nadie actúa en absoluta soledad en estos asuntos tan delicados y peligrosos-, contestó Sara. A diferencia de lo que sucedió en Irak, esta vez nos movilizaremos e iremos al frente exclusivamente nosotros y no los norteamericanos con algún europeo. No obstante, en su momento sabremos cómo recompensar la complacencia de los aliados entre los que se encuentran algunos países fuertes del Este.-

-Bien Adolfo, hasta aquí lo que recuerdo de aquella noche. O lo que me parece que sucedió-, me dijo Luis. Y continuó: -lo único cierto es que amanecí el lunes transpirado y gritando porque volvía de una pesadilla en el que me perseguían dos tipos para “limpiarme” porque suponían que estaba al tanto del proyecto y podía darle noticias a la prensa.

Se produjo un instante de silencio dentro del relato de Luis aquel día en Copos. Los dos nos miramos como tratando de adivinar el futuro en los ojos del otro. Al mirar por la ventana percibí que ya era de noche. No aguanté más y volví a preguntar:

-Decime Luis, ¿no te dá cagaso todo este asunto?… Te digo una sola cosa: en esos ambientes, son capaces de meterte un micrófono en el culo sin que te des cuenta. ¡Imaginate si los del Mossad o los jefes de Sara escucharon que la mina en un ataque de calentura te cantó todo!… sos boleta hermano!…

Luis, apesadumbrado, confundido por la situación y sin saber qué hacer, sólo miraba el pocillo de café ya vacío pensando seguramente en la dulzura de Sara, en sus labios, en sus caricias que ya no tendría más y no contestó.

Ante ese silencio que la circunstancia imponía, volví a la carga y refunfuñé: -así que tenía razón el hijo de puta de Domínguez de Relaciones Laborales, ese otro fisgón que te aconsejaba estar alerta con las amistades que frecuentabas. Estaba al tanto el turro!… claro, ¡Saben que los moishes los tienen en la mira por negociar con los árabes esos putos reactores nucleares que fabrican!…

Entonces, en un intento desesperado por terminar con esa situación que parecía tan absurda como increíble, aquella noche en Copos quise ser obstinadamente reiterativo: -Te repregunto por última vez en función de tu propia duda y de mi terrible cagaso, Luis ¿ésto,  lo escuchaste de boca de Sara o lo soñaste luego de ese tremendo pedo que se agarraron aquella noche?… ¿cómo hacemos para saberlo?… porque si es real lo que contás, tu vida corre demasiado riesgo y el peligro de invasión es inminente!…

– IV –

-Dos días después de ese encuentro en Copos, mi querido Gaspí, cuando pregunté por Luis en la sección en que trabajaba, desde la empresa dijeron que había renunciado y vuelto a Buenos Aires con dos familiares que lo habían venido a buscar. Como yo conocía a Mariel, una de sus primas, la llamé para verificar la versión. Me contestó que no sabían nada de él y que hacía varios meses que no se comunicaban.

A fines de marzo, fue ella la que me llamó para advertirme desconsolada que lo habían encontrado muerto en cercanías del lago Lacar. El informe del médico forense de la policía provincial decía que había sido un suicidio y el juez cerró el caso inmediatamente.

En julio de ese año y tal como había anticipado Sara, Israel tomó militarmente la Patagonia con la complicidad silenciosa de EEUU y varios países europeos. La excusa esgrimida y difundida por todos los medios de comunicación, fue un atentado con bomba al consulado israelí en Neuquén. No hubo mayores resistencias regionales ni nacionales. En diciembre, el Consejo de Seguridad de la ONU, a pedido del gobierno argentino, inició un proceso de diálogo entre Argentina e Israel. Al igual que con Palestina, ambos países aún están dialogando.

-Esta es la historia que necesitaba que conocieses, mi querido nieto. La historia de una profecía que nadie creyó que se cumpliría…

El silencio en el ático duró unos minutos. Durante un buen tiempo Adolfo pudo ver pasivamente por la ventana cómo la lluvia que venía desde el noroeste se adueñaba del ambiente. Su llegada daba por finalizado el otoño del año 2035. Gaspar, al ver a su abuelo taciturno, sin consuelo, y haciendo suyo el dolor que atravesaba el alma de aquel anciano, le propuso tiernamente bajar a la cocina para tomar unos mates. Afuera, sobre la costa del lago, y sin que influyera el fuerte viento reinante, volvía a pasar desafiante el guardacostas del Gobierno Central, esta vez, justo a la hora acostumbrada.

Escrito por Miguel Contissa
Diciembre de 2006
Del libro “Desde al ático. Cuentos, relatos y refritos” de Miguel Contissa
ISBN: 978-631-00-0922-3
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