En las últimas semanas se pudo ver el rotundo apoyo brindado por los distintos sectores de la sociedad a la universidad pública. Vimos marchas muy numerosas en todas las ciudades del país en las que se destacaban carteles con valiosas consignas como “la educación es un derecho”, “la educación no se vende, se defiende”, “sin educación pública no hay futuro”, etc. además, por supuesto, de otros más picantes que estaban dirigidos directamente a este traspié del sistema político argentino, a este disruptor llamado Javier Milei.
Lo grave, luego de esas multitudinarias manifestaciones populares, es que un tercio de los representantes del pueblo en la Cámara de Diputados no alcanzó a comprender el mensaje que se les daba de modo directo, por lo cual apoyaron el veto realizado por “el Capitán Veto”, sin siquiera dar señales políticas que justifiquen el desfinanciamiento forzado de las universidades, es decir, cuál era la alternativa que planteaban más allá de lo financiero. Concretamente: cuál modelo de país imaginan para integrar en él al sector universitario como herramienta para el crecimiento.
No obstante este estado de cosas dentro del ámbito de la educación que también se da en el de la salud, estos episodios nos obliga a pensar, debatir aunque sea con escasos instrumentos y datos estadísticos, cuál debería ser el rumbo a tomar cuando la discapacidad mental reinante, abandone el cargo político máximo del país. Porque “todo llega”.
En consecuencia, aprovechemos este sacudón, este terremoto y pensemos.
Lo primero a definir, es si somos un país plenamente soberano o, si por el contrario, estamos atados y semicolonizados por fuerzas externas que nos explotan en todos los sentidos. Esto ayudará a determinar si los planes a realizar tienen que ser para consolidar la dependencia o para abordar el camino de la liberación. Encontrar esa respuesta es central, porque aquella disyuntiva setentista de “liberación o dependencia”, nunca perdió vigencia y menos en estos días.
Obviamente, el camino heredado de nuestros próceres hacia la independencia real, hacia la ruptura de cadenas del imperio, es más rudo y complicado que el de la sumisión abyecta al poder, pero no obstante, vale la pena porque nos hará verdaderamente libres y soberanos. Ténganlo en cuenta los que hoy esgrimen el término “libertad” como si se tratara de un producto más de un supermercado. Claro, si optamos conscientemente por el primero, por el de la independencia, la dirigencia política debe encontrar a través del diálogo, un PLAN ESTRATÉGICO, tal como el que el presidente Perón nos legó en 1974. Lo denominó “Modelo Argentino para el Proyecto Nacional”, pero lamentablemente ninguno de los gobiernos peronistas que se sucedieron tuvo las agallas para implementarlo. No obstante, su vigencia es absoluta y nada impide su aplicación, que serviría entre otras cosas, para resolver los problemas que hoy nos convocan a manifestar en la calle como es el del financiamiento universitario.
Por ello, y para no extenderme baldíamente, adhiero a la “universidad pública y gratuita”, claro que sí. Pero dentro de un “Modelo Argentino” que ya debería estar en marcha, con un Plan predeterminado que nos marcará el rumbo hacia la soberanía y la libertad y en el que la universidad tiene un rol central por ser productora de conocimiento. Eso sí, una universidad alejada de las categorías y modelos centro europeos que nos colonizaron pedagógicamente, para comenzar a adoptar los propios y los hispanoamericanos, consolidando así la imprescindible conciencia nacional.
De lo contrario, y sin que lo siguiente resulte ofensivo para algunos y porque me duele el alma solo al pensarlo, me pregunto si tiene sentido que tengamos una universidad pública y gratuita para un país que se desindustrializa, que invierte la dirección de la movilidad social hacia abajo, que regala sus recursos naturales al extranjero, que tiene graves problemas con la salud pública y sumergida en la pobreza al 50% de la población, entre algunos de los tantos males que padecemos inmerecidamente. Y lo más triste y doloroso: una universidad pública y gratuita que genera profesionales que, por falta de trabajo en al país, terminan conchabados en los centros de poder que nos dominan. Somos unos genios.
Reitero: la falta de ejecución del “Modelo Argentino para el proyecto nacional” es la mayor deuda que tiene la dirigencia peronista para con el Pueblo. En todos los años en que participó el peronismo en el gobierno, sus hombres no fueron capaces de poner en práctica este Proyecto, que hubiera contemplado, obviamente, lo presupuestario.
Y en este sentido, las consecuencias están a la vista