¿No hay otro proyecto de desarrollo para Río Negro? - Escribe: Tomás Guevarra

La política en los últimos años se ha vuelto un espectáculo decadente, sin ningún tipo de atracción para una porción creciente de la población. Hay muchos factores confluyendo para explicar esto: las nuevas tecnologías que nos encierran en nuestra burbuja algorítmica, la multiplicidad de estímulos, las promesas de bienestar y riqueza fácil al alcance de dos clics, etc.

Pero, en particular, me parece que la falta de una discusión real, que tenga conexión con lo que le pasa a la gente en su cotidianidad, es otro factor de peso. Los políticos profesionales se han vuelto holgazanes, entraron en la lógica del clicbait y sólo buscan destacarse de alguna manera que les permita construir una imagen propia, cual mercancía, para mantener su porción del mercado electoral. Tal vez sea el mundo en el que nos toca vivir, pero es necesario tratar de aportar algo de contenido a una noble actividad como la política.

En eso, hay que reconocerle a Milei que, de un modo espantoso y muchas veces con enorme deshonestidad intelectual, al menos llegó planteando y discutiendo ideas. No obstante, mientras más problemas aparecen en la gestión, más parece caer en la tentación del show del barro y el insulto. Cada vez más se parece a la que acertadamente denominó casta. Hizo algún aporte inicial al sacudir la modorra del sistema político y proponer una forma diferente de organizar a la sociedad. Un coctel de liberalismo extremo para la economía, negación de la existencia del interés común y del Estado como instrumento para conseguirlo, y un conservadurismo ultramontano en cuestiones individuales y de valores. En términos geopolíticos esto se traduce en una inserción internacional para la Argentina completamente subordinada a la hegemonía del EEUU de Trump, donde el rol de nuestro país se limita a ser proveedor de materias primas (alimentos, energía y minerales). Es un plan horrible porque no genera empleo e ingresos dignos para los 46 millones de argentinos, pero es un plan.

¿Qué hay del otro lado? Además de criticar este plan y defender un supuesto pasado mejor con nostalgia. ¿Cuál es el proyecto alternativo? Creo que ese es el principal déficit de la oposición y uno de los principales activos del proyecto político libertario. Aunque se le complique la macroeconomía como estamos viendo por estos días, mientras siga esta orfandad de ideas en la oposición, creo que podría seguir cosechando buenos resultados electorales. Lo sostiene esa mitad de la sociedad que no la pasa tan mal con este modelo de (mal)desarrollo. Como ya se ha dicho muchas veces, su proyecto puede lograr estabilidad macroeconómica, pero nos lleva a un esquema alla peruana, con mucha pobreza, desigualdad y alta inestabilidad político- institucional ¿Qué destino tienen los que no logren insertarse en este modelo? ¿La migración, tal vez? Como sucede en otros modelos macroeconómicos latinoamericanos “estables” como el uruguayo o el paraguayo, con más del 10% de su población fuera del país (hoy Argentina tiene menos de 3% y es el principal receptor de migrantes de Latinoamérica en términos absolutos).

Lo mismo, de alguna manera, se replica en Río Negro. No existe discusión de proyecto de desarrollo para nuestra provincia. Como si todo estuviese dado “naturalmente” y lo único que nuestra provincia debe hacer es acomodarse a la inserción internacional propuesta por la Nación. En eso no hay diferencia sustancial entre lo que plantea buena parte de la oposición provincial (PRO, LLA, PRN, CC, UCR) y lo que plantea hace más de 13 años el oficialismo provincial de JSRN liderado por Weretilneck. El Gobernador busca diferenciarse en las maneras y las formas institucionales, pero en términos económicos, el modelo de desarrollo libertario de país es completamente compatible con lo que Weretilneck plantea para la provincia: inserción en el complejo vaca muerta como socio menor, desarrollo minero, turismo y grandes proyectos inmobiliarios para canalizar excedentes. Cualquier otro sector está condenado a languidecer, como la ganadería, la fruticultura, la pesca, o el sector maderero-forestal, o ni siquiera existir, como podrían ser los sectores industriales encadenados a alguno de los enclaves extractivos de recursos naturales. Así, la discusión en Río Negro es completamente chata, y a uno le costaría mucho plantear qué diferencia hay entre unas y otras de esas propuestas políticas más allá de lo meramente cosmético o la simpatía o antipatía que pueda generar tal o cual dirigente.

Por su parte, el campo nacional y popular, con el peronismo como principal fuerza, atraviesa una crisis y descomposición total. Tampoco tiene un proyecto para ofrecer a los rionegrinos. Liderado en la superestructura por el senador Doñate desde la derrota de Soria en 2019, el peronismo se ha limitado a ser un comentarista de lo que sucede. Mera oposición testimonial, sin ideas ni propuestas de peso. Hoy es un archipiélago de tribus, cada vez más pequeñas, donde sólo un puñado gestiona su localidad -con Roca destacándose por su peso específico- y algunas más que tendrían alguna chance de ser gobierno si aparece un contexto muy favorable.

En este contexto, el único (pobre) intento de formulación de proyecto de provincia que hizo Doñate fue el desgraciado “Gran Acuerdo Rionegrino”: un montón de lugares comunes poco hilvanados para justificar resignadamente acompañar electoralmente a Weretilneck. A cambio de unos legisladores y lugares en el gabinete que no se concretaron. La falta de coraje del senador para probarse el saco de Gobernador y su mezquindad parecen haberle dado el golpe de muerte a un peronismo que desde 2011 no encuentra el rumbo y se fragmenta cada vez más.

Parecido a lo que planteó Kicillof, si el campo nacional y popular en Río Negro no tiene capacidad de componer “nuevas canciones” y ofrecer un proyecto de provincia alternativo con anclaje real en la vida del pueblo, uno bien podría preguntarse qué motivaría a un rionegrino a votarlo en lugar de votar un administrador mediocre, pero administrador al fin, como ha mostrado ser el provincialismo de JSRN, que surfea la ola que toque surfear con tal de mantenerse en el poder.

Un proyecto político para expresarse electoralmente, al menos, debería poder reunir estos elementos, sin orden de importancia: a. candidato; b. estrategia de comunicación política y campaña; c. programa y equipos técnicos; d. construcción política e ingeniería electoral. Llama la atención la falta de todos estos elementos hoy en el campo nacional y popular rionegrino. En particular, la falta de un proyecto de desarrollo para ofrecer a los rionegrinos que no se quieren conformar con este presente mediocre.

Tomás Guevara
Tres Banderas Bariloche - PJ

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