Pecadores del desarrollo - Por Pedro Pesatti

Ezequiel Ramos Mejía nació en la ciudad de Buenos Aires en 1852. Se desempeñó como Ministro de Agricultura durante las presidencias de Roca (1898-1904) y Figueroa Alcorta (1906-1910). En esta última promovió la Ley de Fomento de los Territorios Nacionales. 

Durante el mismo período, ya como Ministro de Obras Públicas, impulsó la creación de los Ferrocarriles del Estado, dos iniciativas que tendrían un fuerte impacto en el norte de la Patagonia. Como ministro de Roque Sáenz Peña (1910-1913), y también como titular de la cartera de Obras Públicas, promovió la Ley de Irrigación, que dio lugar a la construcción de las obras de riego en el Alto Valle del Río Negro. Entre sus proyectos más ambiciosos, la Ciudad Industrial del lago Nahuel Huapi se destaca como uno de los más importantes. La iniciativa, aprobada en su primera fase por decreto del Poder Ejecutivo, promovía la creación de una nueva provincia en la región cordillerana, entre Junín de los Andes y Colonia 16 de Octubre, muy cercana a Trevelin, en la provincia de Chubut.

Ramos Mejía previó como centro motor de su proyecto una ciudad industrial situada en el extremo suroeste del Nahuel Huapi, sobre un llano cercano al nacimiento del río Limay. El arroyo Chacabuco marcaba el límite noroeste de la nueva provincia, y se proyectaba un lago artificial producto de un embalse a construirse en el Anfiteatro, a la altura de la Segunda Angostura del río Limay. La represa serviría para generar la energía necesaria para el modelo industrial que se buscaba desarrollar en el norte de la región.

▪️El ingeniero Willis
La integración de la Patagonia fue para Ramos Mejía un asunto de gran relevancia durante su paso por la función pública. La Ley de Fomento de los Territorios Nacionales y la creación de líneas ferroviarias por parte del Estado Nacional así lo demuestran. En 1906 comenzaron las primeras obras para unir los valles de la zona andina con los puertos oceánicos, como la línea San Antonio-Nahuel Huapi, que dirigió el ingeniero Cipolletti. Este último, además, inició —por iniciativa de Ramos Mejía— las obras para irrigar el Alto Valle de nuestra provincia. Paralelamente, mientras era Ministro de Agricultura, Ramos Mejía impulsó la creación de la Cooperadora de Río Negro, cuyos integrantes estaban obligados a construir la red de canales que abastecerían sus futuras chacras, en una brillante combinación de esfuerzos entre el sector público y el privado.

En 1910, con motivo del Congreso Científico Internacional celebrado en Buenos Aires en el marco del Centenario, Ramos Mejía conoció a Bailey Willis, ingeniero de minas y doctor en Geología e Ingeniería Civil por la Universidad de Columbia, Nueva York. 

Willis era un técnico reconocido en su país y en Europa. Durante su encuentro, Ramos Mejía le propuso explorar la Patagonia en busca de agua potable. El halo de misterio que siempre rodeó a la región para los extranjeros, desde los relatos urdidos por Pigafetta durante el viaje de Magallanes, atraía intensamente a Willis. Deseoso de conocer el territorio, aceptó el ofrecimiento del ministro y se comprometió a realizar una investigación geológica entre San Antonio Oeste y el lago Nahuel Huapi, así como el relevamiento topográfico de toda el área. Antes de comenzar, regresó a Estados Unidos para organizar el equipo de técnicos y adquirir el instrumental necesario. Emilio Frey, quien había sido colaborador del perito Moreno, fue designado asistente en jefe del proyecto, sobre el que se asentaría la Comisión de Estudios Hidrológicos del Ministerio de Obras Públicas de la Nación.

▪️Valcheta
La expedición del ingeniero Willis estuvo integrada por cuatro topógrafos y geólogos norteamericanos, dos ingenieros argentinos, Emilio Frey y dos rastreadores. El equipo se completaba con ochenta mulas, cuarenta caballos y numeroso instrumental científico.
Durante seis meses exploraron la zona en Valcheta, sin obtener resultados. El agua no aparecía en los infructuosos intentos de hallarla en las profundidades de la meseta rionegrina. 

Ante ello, Willis decidió explorar el origen del arroyo Valcheta y construir una serie de embalses para almacenar el agua de sus manantiales. Paralelamente, preveía la construcción de un canal para llevar agua al puerto de San Antonio e irrigar unas cuatro mil hectáreas en la zona. Ramos Mejía apoyó la iniciativa de Willis al considerar que las tierras fiscales favorecidas por el proyecto aumentarían considerablemente su valor. Sin embargo, encontró resistencias en algunos sectores del gobierno y del Congreso, que hicieron lo posible por entorpecer la tarea de Willis.

La Comisión de Estudios Hidrológicos tenía un presupuesto de cien mil pesos y, durante los trabajos en Valcheta, había gastado el ochenta por ciento. 

Willis solicitó el reembolso con una contabilidad minuciosa. Pero la burocracia fue implacable: se le paralizó el reembolso por una factura en la que faltaban cinco centavos. Willis, para resolverlo, envió una estampilla de ese valor, ya que no estaba permitido enviar dinero por correspondencia. Desde Buenos Aires, sin embargo, rechazaron la estampilla y exigieron el pago en efectivo, sin aceptar ni siquiera un cheque personal. Finalmente, y pese a estos escollos —que ya había experimentado antes cuando Ramos Mejía debió intervenir para destrabar su viaje a la Patagonia—, la Comisión entregó en octubre de 1911 el estudio terminado. Se aseguraba el suministro de agua para abastecer una población de hasta diez mil habitantes en San 

Antonio Oeste, la zona rural comprendida y la hacienda de pastoreo dentro de una franja de veinticuatro kilómetros a cada lado del trazado ferroviario, en un tramo de cien kilómetros. Sin explicaciones razonables, la Dirección de Irrigación y algunos legisladores nacionales hicieron lo imposible para frenar las inversiones. Los ataques a la política de Ramos Mejía se intensificaron. Julio Romero, titular de la Dirección de Irrigación, hizo desaparecer el informe de Willis en un llamativo incendio en su casa. Por suerte, el norteamericano había guardado una copia en Valcheta.

▪️Parecido pero no igual
Para Bailey Willis, la Patagonia ofrecía características similares al Lejano Oeste. Comparaba las ideas de Ramos Mejía con las que permitieron, en su país, el desarrollo de industrias, empresas mineras, establecimientos agropecuarios y una moderna red de comunicaciones que dio origen a grandes ciudades en zonas inhóspitas de Estados Unidos. La diferencia radicaba, según Willis, en la mentalidad de la clase dominante argentina, que solo se interesaba en exportar carne y granos de la pampa húmeda, ignorando el potencial de otras regiones, como la Patagonia.

Pese al contexto político adverso, Willis contó con el decidido apoyo de Ramos Mejía y del perito Moreno. Así, comenzaron a trabajar en el estudio para tender una línea férrea desde San Antonio hasta el Pacífico, pasando por el Nahuel Huapi. La empresa era costosa y sus beneficios tardarían en materializarse, tal como había sucedido en Estados Unidos. Willis, con esa experiencia en mente, propuso que los puentes a construir fuesen de madera, con una vida útil estimada de veinticinco años, tiempo suficiente para justificar futuras inversiones en obras más duraderas.

Ramos Mejía soñaba con la línea San Antonio–Valdivia como parte de un proyecto mayor: la generación de industrias, centrales hidroeléctricas y un conjunto de emprendimientos para autoabastecer la región y promover su poblamiento, en niveles que aún hoy no se han alcanzado.

▪️Poblar la Patagonia
En 1912, la Cámara de Diputados de la Nación interpeló al ministro Ramos Mejía con el propósito de provocar su renuncia, acusándolo de dilapidar fondos públicos mediante la Comisión de Estudios Hidrológicos en proyectos de dudosa viabilidad. El presidente Sáenz Peña no le retiró su apoyo y continuó respaldando su gestión. Mientras tanto, Bailey Willis advirtió que la región comprendida entre Junín de los Andes y el Nahuel Huapi reunía todas las condiciones para una fuerte política de ocupación territorial. Consideraba que el desarrollo agrícola, ganadero, forestal e hidroeléctrico permitiría la radicación de tres millones de personas en una de las zonas más despobladas del país.

Cuando Sáenz Peña enfermó y debió delegar la presidencia en Victorino de la Plaza, Ramos Mejía se vio obligado a renunciar. Fue reemplazado por Manuel Moyano, quien acusó a Willis de malversación de fondos, argumentando que no se había publicado ningún informe del proyecto. Días después, debió retractarse: el primer tomo de El norte de la Patagonia ya estaba publicado. Sin embargo, no cesó en sus intentos por deslegitimar los proyectos de Willis. Acatando órdenes del presidente de los ferrocarriles británicos —empresa en la que había trabajado como director—, impidió la publicación del segundo tomo, que contenía los estudios técnicos para la construcción del ferrocarril San Antonio–San Martín–Valdivia, el trazado de caminos reales y la introducción de líneas de vapores en los lagos cordilleranos.

Quiso el devenir de este país que un norteamericano protagonizara uno de los tantos episodios que permiten entender por qué Argentina no logró desarrollarse como Estados Unidos. En la Guerra de Secesión ganó el norte industrialista; en Argentina, durante un largo proceso de guerras civiles nunca nombradas como tales, triunfó el equivalente al sur esclavista: la oligarquía agroexportadora de la Pampa Húmeda. Bailey Willis, junto a Ramos Mejía, libró en el norte de la Patagonia una de las batallas más importantes de un viejo enfrentamiento entre dos maneras distintas de pensar nuestro destino y que se mantienen intactas en el tiempo actual. 

Hoy, Milei regurgita lo peor de lo viejo, con el engañoso ropaje de lo nuevo, para obturar el desarrollo del país como los enemigos de Willis. 

El pecado capital en la Argentina reaccionaria y conservadora sigue siendo el mismo. Como el sadismo de la motosierra, cruel y bestial. Como las ideas que siempre tuvieron la última palabra, por las buenas o por las malas. 

nestor