Solo prá hinchar las plotas... - Escribe:  Miguel Contissa

Desde que el presidente Milei se hizo cargo del gobierno nacional y tomó todas y cada una de las medidas que nos condujeron a esta endemoniada demolición del aparato productivo y social del país, me estuvo dando vueltas por la cabeza una anécdota que, ya en aquel momento, me parecía descabellada pero que hoy puede que cobre sentido, porque muchas veces “la gente” (como llama la progresía al Pueblo) tiene comportamientos extraños cuando se la somete a límites indeseados o, en momentos de desesperación, a propuestas idílicas, tal como sucedió por ejemplo en Jonestown, Guyana, con el famoso caso de Jim Jones en el que se suicidaron en 1978, en un mismo acto, cerca de mil personas.

Aquel recuerdo del que les cuento, se enmarca en el final de los ´80 durante un viaje corto a Buenos Aires. Fue así:
Subo al taxi en Pasteur y Corrientes, el corazón del Once.  
Su chofer me saluda con un inocultable acento español. Cabello muy corto, cejas profusas y ojos negros, muy vivaces.
-Por favor, hasta Belgrano al 300, le dije con tono serio como para demostrarle que no tenía ganas de entrar en esas conversaciones clásicas de los taxistas.
-Así será, dijo el gaita mientras me semblanteaba por el espejo retrovisor.
Pero claro, a las tres cuadras de recorrido no pudo con su genio y largó su charla. Comenzó con el clima y las trilladas consideraciones sobre la humedad de Buenos Aires; luego pasó al fútbol, para lo cual me preguntó si me gustaba, lo que negué con el clásico movimiento de cabeza mientras miraba los negocios de Corrientes que se sucedían unos a otros. Sentía cómo me espiaba por el espejito. 
En una de esas, no aguantó más y sin preludios entró en el tema político. 
-Dígame, osté que es argentino, ¿a quién votará en las próximas elecciones?.
-Todavía no lo sé, respondí.  En realidad no quería entrar en detalles sobre Menem o Angeloz, entre la “revolución productiva” y el “lápiz rojo”. ¿Qué le importaba mi opinión o de qué serviría que se la dé, pensé?  Sin embargo, no había dudas: él sí estaba dispuesto a darme la suya.
-Mire, dijo con tono severo. Yo, soy español. De Asturias y llegué aquí en 1952, justo después de la muerte de Eva Perón. Soy franquissta, claro. Pero li digu una cosa: a mi la pulítica me tiene pudridu, y si hoy tuviese que votar, en medio de todo el desorden y corrupción que hay con estos peronistas y radicales, hoy mi queridu, hoy votaría por los comunistas… pero no porque yo sea comunissta, sino prá hinchar las plotas… Sí, solo prá hinchar las plotas… y a tomar por el culo…
Sin dejar de mirar hacia la calle, asentí su comentario con otro movimiento de cabeza. No obstante, y aunque inmediatamente consideré como estúpidamente irracional el planteo, su posible decisión me impactó, y me quedé meditando sobre qué pasaría si todos o la mayoría de las personas adoptase una actitud similar a la del gallego… pero claro, inmediatamente le puse cordura a mi pregunta y me dije: debo calmarme, porque “la gente”,  “la gente” en nuestro país no se suicida en masa como si estuviesen en el Caribe con el predicador Jim Jones… Aquí, en Argentina, “la gente” no es boluda ni come vidrio…
Fin de la anécdota.
Por eso en este tiempo tan “fuera de plomo y falsa escuadra”, de desesperantes pesadillas diarias que parecen  no tener fin, me pregunto: ¿hay algún paralelo entre Jim, el Javi, el gallego y nuestros electores del último diciembre, esos que seguramente votaron al desquiciado “prá hinchar las plotas?...

nestor