Los libertarios digamos que sustentan sus posturas económicas, asegurando la existencia infalible de la “mano invisible del mercado”. Esta teoría económica planteada en sus orígenes por Adam Smith primero en “La teoría de los sentimientos morales” de 1759 y luego, donde se hizo más conocida, en “La riqueza de las naciones” 1776.
Sencillamente, la mano invisible dice que la búsqueda del interés propio en una economía competitiva conduce al bienestar de todos, porque de alguna manera se produce lo que la gente quiere en las cantidades que todos quieren.
Modelos matemáticos se desarrollaron ya en el siglo XX para probar la validez de la postura de Smith. Estos modelos probaron que “si” (remarco intencionalmente el si) existe información perfecta sobre todos los bienes en todo momento y una competencia perfecta en los mercados para todos los bienes y servicios, tambien en todo momento, y no hay un cambio tecnológico, entonces se da la coordinación en las transacciones económicas que, guiadas por los precios, genera el equilibrio que maximiza el bienestar de cada persona y por lo tanto el resultado es un mercado eficiente. Todo funciona naturalmente y todos obtienen lo que desean.
Un comentario breve. Un mercado de competencia perfecta es aquel en el que existen innumerables productores de cada bien o servicio, de forma tal que ninguno, nunca, podría obtener ventajas sobre otro. Y los consumidores, todos en exacta igualdad de condiciones, conocen el total de la oferta de bienes y servicios, y por lo tanto les es indiferente elegir por uno u otro.
Mas arriba resalté el “si”, porque esta conjunción es para mí, la clave de todo. El si, estaría agrupando el entramado de supuestos absolutamente necesarios para sostener la validez de la mano invisible.
Es decir, si conocemos todos los productos, si tenemos acceso a ellos, estemos donde estemos, si tenemos certeza de poder conseguirlos hoy y en cualquier momento del futuro con certeza absoluta de cual es y será su precio, etc. etc., entonces podría afirmarse la existencia de mercados perfectos gracias a la mano invisible del mercado.
Creo, especialmente para los argentinos, que resulta innecesario resaltar lo fantasioso e inverosímil de estos supuestos.
Sin embargo, Kenneth Arrow en 1972 y Gerard Debreu en 1983, que recibieron por separado el premio Nobel, demostraron matemáticamente la posibilidad de este equilibrio que genera este mercado perfectamente competitivo. Lograron probar matematicamante la validez de su teorema, solo bajo el especifico conjunto de supuestos considerados.
Lo interesante es que hubo diferentes interpretaciones de este resultado. El propio Debreu considero que era un teorema matemático que se podía analizar, pero no mucho más.
Los conservadores se abrazaron a él y reafirmaron la postura del “fundamentalismo del mercado”. Claro que dejando de lado cualquier análisis sobre la verosimilitud de los supuestos.
Otra postura, que apoyó el propio Arrow, sostiene, por el contrario, que lo que se probó fue que el mercado no era eficiente. El hecho que los supuestos absolutamente necesarios para que los mercados fueran eficientes están tan alejados del mundo real, que lo que Arrow y Debereu habían demostrado era que la ineficiencia de los mercados en el mundo real.
Si los mercados son eficientes, obviamente no hace falta la intervención de nadie ni de ninguna institución para que las cosas, al menos en términos económicos, funcionen perfectamente, hoy y siempre.
Pero resulta que esto no es así. Y no es así, más allá de cualquier postura teórica o ideológica que uno quiera tomar. La evidencia y la imposibilidad de demostrarlo matemáticamente bajo supuestos reales, impide defender lo indefendible.
Esta pequeña disquisición tiene la intención de analizar qué nos puede deparar el futuro, no tan lejano, de la economía argentina, de seguir en las manos, bien visibles, de Javier Milei.
Ya lo hemos mencionado en alguna nota previa, pero es importante reiterarlo para no perder de vista porqué nos están queriendo llevar por este camino.
Milei, un extremista de la libertad económica, un libertario, cree, al menos eso grita a los cuatro vientos, que el mercado con los precios como reguladores, es todo lo que el país necesita para crecer y desarrollarse. Es decir, la mano Invisible nos guiará hacia un futuro de prosperidad.
Pero como vimos mas arriba, si es que me creen, el mercado no es eficiente en la asignación de los recursos. El mercado va a generar algunos ganadores y muchos perdedores.
Sin embargo, el presidente, no deja librado al mercado las áreas extractivas con mayor futuro de negocios como la minería y energía con el litio, el cobre, el gas y el petróleo, por ejemplo. Creó una ley para darles a quienes inviertan en esas áreas, que, sin más, son áreas de muy alta rentabilidad, condiciones muy ventajosas a costo del Estado. Estoy hablando del RIGI.
¿Por qué no dejo que el “mercado” actúe?
¿Entonces en esto, la mano de Milei es más fuerte y eficiente que la mano invisible? ¿O es más conveniente para algunos?
El extremo irracional de los libertarios lleva a Milei a afirmar que los monopolios (único productor u oferente de algo), el satanás de la competencia perfecta, tambien es eficiente y no debe ser regulado. Una contradicción más.
Una vez más, yendo en contra de sus propios arrebatos de conferencista, acaba de oponerse a la creación de un monopolio gigante en las comunicaciones como es la compra de Telefónica por parte de Telecom (Grupo Clarín). ¿Porque cambia en esto tambien?
¿Será por una puja de poder con el gran diario argentino?
Sea por lo que fuere, Milei es quizás mas peligroso que un dogmático puro. Milei ha modificado, acomodado y abandonado sus posturas con el mismo fanatismo que los defendía.
Estar en manos de alguien, que, desde mi forma de verlo, no tiene ni principios ni ética, y por lo tanto adecuará su accionar como le convenga en cada momento, reviste una peligrosidad importante.
Y en ese accionar impredecible está en juego ni mas ni menos que nuestro futuro.