¡Yo te daré, te daré una cosa, una cosa que empieza con B…Bitcoin! (o Blockchain) - Escribe: Osvaldo Nemirovsci

Vamos por tiempos.
En el comienzo de los años 90, Tim Berners-Lee crea la Web, la primigenia y original. Comienza la
genética de la masividad en Internet. Es como el fin de ciclo para aquellas nostalgias de la guerra
frías basadas en el Arpanet defensivo de EEUU ante un posible ataque marciano o comunista.

Aunque lo escribo con cierta sorna, no descarto que ambas contingencias estaban contempladas
en las primeras experiencias de conectar computadoras para superar un posible corte en las
comunicaciones tradicionales en caso que el ejército rojo o las tropas de Marte llegaran a
Manhattan. ¡Así eran los años 50!
Esta Web reproducía en cierto modo las formas habituales de la relación medios-audiencias y
entonces el mensaje en forma de contenidos tenía la defección de la vieja “aguja hipodérmica” y pocos sitios de la red se vinculaban con muchos usuarios en condición de receptores pasivos.
Cuando la Web 2.0 (nombre dado por Darcy Di Nucci cerca de 1999 pero ultra popularizado por
Dale Dougherty y Tim O´Reilly un lustro después) asegura la interoperabilidad entre sitios web y
estos pueden compartir información, comienza la etapa con cierta democracia de uso para
Internet. Ya la red deja de ser algo parecido a un medio unidireccional y muta al sentido de
plataforma con trabajos colaborativos. Ahí aparecen muchas de las actuales aplicaciones, las redes
sociales, los blogs, las comunidades web y los mashup que es lo que permite, saliendo de algún
contenido original, hacerle agregados que trasformen ese dato en otro, con cierto mayor valor.
Bueno, ahí estamos. En la Web 2 y su poderío indetenible. Es la Web “social” y todos caemos en su
seducción de interactuar, crear, vincular. De pronto el mundo se empequeñece y las distancias se
acortan tanto como lo que hay entre una mano y un teclado. (Poética definición, propia, de la
Web2).
Hay un periodista norteamericano, Mark Briggs, que casi podría ser peronista ya que define a la Web 2.0 como que “se trata de apertura, organización y comunidad”. Briggs agrega que “la apertura, la organización y la comunidad se complementan, en la Web 2.0, uno al otro con el objetivo de llevar al usuario lo que necesita” (“Periodismo 2.0- Una guía de alfabetización digital- Para sobrevivir y prosperar en la era de la información”).
El tiempo avanza y llega la Web 3.0, término que aparece por primera vez en 2006 en un artículo de Jeffrey Zeldman, crítico de la Web 2.0 y que explica que la WEB 3 debe “entretener al usuario, probar todo en el sitio web incluso las suposiciones, involucrar a la comunidad, priorizar los contenidos y que ese contenido llegue a todos sin importar el dispositivo”.
La WEB 3, que es la tercera generación de servicios de Internet para páginas Web, es una red descentralizada que accede a operar sistemas de cómputo motorizada por una tecnología llamada Blockchain (¡y ahí estamos llegando al meollo!) que se arma desde bloques y cadenas de datos.
Blockchain es un tipo de libro mayor (¡escribanos atentos!) que se comparte y que es inmutable. Permite registrar transacciones y hace seguimientos de activos. Estos pueden ser tangibles o intangibles. Desde un auto o dinero hasta patentes y derechos de autor) Vamos Blockchain ¡Estás en todo! 
De hecho, cualquier cosa con valor puede ser rastreada en una red de Blockchain con lo que se reducen riesgos y costos. Algo así como convenios, acuerdos o contratos inteligentes introducidos en una Blockchain que, al ser vigilada por todos, puede resultar inviolable.
Así como el tiempo es valor, la información celera es más valiosa todavía y ahí cotiza bien Blockchain ya que proporciona datos en forma inmediata y los comparte y son transparentes al estar almacenados en ese libro mayor que hablamos antes y su distribución es inalterable. 
Entonces sumamos dos más dos y nos da cuatro. O algo más cuando vinculamos la WEB 3 con Blockchain ya que ésta vuelca en esta cadena de datos la posibilidad de evitar intermediaciones y hasta se puede soñar con una web más democrática.
Y esta combinación, su cadena transparente y su “inscripción en el libro mayor” (como si fuera una escribanía fedataria muy confiable) hace que los criptoactivos sean su mejor “cliente”. Criptomonedas como Bitcoin y Ethereum ahí están. 
Si bien hay quienes critican que el uso de toda esta tecnología solo es patrimonio de minorías o élites financieras, lo cierto es que no existe límite legal para que cualquier la utilice. Y si los Estados alientan e impulsan la popularización del método y la accesibilidad a los instrumentos tecnológicos, bien podemos avizorar un futuro masivo y democrático en el uso de WEB 3 y Blockchain. Y eso proponemos algunos. Alentar, estimular, invertir desde la educación y la formación de jóvenes en todos sus niveles pedagógicos para que estos temas salgan del cenáculo y sean patrimonio cultural masivo. Aprender a programar y conocer el mundo “compu”, como dato escolar oficial, es el guardapolvo blanco de la ley 1420, ya que es lo que democratiza y unifica a todos los alumnos en lo social y en el conocimiento y su potencial futuro.
Y ya que estamos, hablemos brevemente del Metaverso, que es un original concepto (que amplía el de Universo. Sepamos que Uni del griego es único y Meta es mas allá). Y este Metaverso aparece como intento de ahondar en lo que se llama realidad virtual. Buscar el más allá de esa idea. Se trata de una interactividad aumentada y de mejorar la operabilidad entre usuarios de redes para llegar a ciertas experiencias digitales de nuevo tipo, integrales y…” ¡Dios sabrá que otras cosas se pueden ver en ese Metaverso…!
Y es ahí en el Metaverso donde también las Criptomonedas (Bitcoin y otras) protagonizan formas de intercambio y prestan seguridad en las plataformas. O sea que no solo se puede invertir en criptoactivos en el mundo real (compras un Bitcoin y te sentás a esperar que aumente) sino que en el Metaverso es valor de cambio y comercio. 
En definitiva, Blockchain, Bitcoin, Metaverso …un solo corazón.

nestor